El saco amniótico es parte de nuestra supervivencia intrauterina. Parte de ese vehículo altamente diseñado que le permite al espíritu humano manifestarse en cuerpo en la tierra. El saco tiene dos capas: el amnios la interna y el corión la externa. Sin saco, como sin cordón umbilical o sin placenta no habría gestación posible. El amnios contiene adentro el líquido amniótico y al bebé, la capa externa el corión se conecta a la placenta. Nacer enmantillado es nacer sin que el amnios se haya roto.
Por muchas razones, incluyendo el intervencionismo de los partos medicalizados, es poco probable que este tipo de parto sucedan (aprox 1 en 80.000) y desde hace mucho mucho tiempo su ocurrencia, precisamente por lo singular, ha sido celebrada como una señal de buen auspicio para el bebé. Se creía que los niños 'nacidos en camisa' crecerían para ser visionarios y hasta jueces morales de la población en la que crecían Y siempre contarían con una suerte extraordinaria. La palabra en Alemán para este tipo de nacimientos así lo sugiere "Glückshaube" 'gorro de la suerte'.
También en pueblos europeos se sostiene la creencia que a un niño nacido con su amnios intacto se le transfiere la habilidad intrauterina de vivir en el agua a su existencia en la tierra, por ello consideran que lo protege de morir ahogado.
"En españa, el niño que nace 'vestido', no podrá morir ahogado ni por bala".
En el sudeste asiático un bebé nacido enmantillado tendrá facilidad de percibir las cosas ocultas al ojo común. En Sudáfrica se cree también que al niño que nace en mantilla se le concede una segunda visión, que le permiten ver a los espíritus de sus antepasados y reconocerlos pero además, y más importante, la mantilla le permite ver más allá de las personas, ver sus intenciones o su 'segunda cara', por lo que las personas nacidas enmatilladas son natos jueces de carácter.